Photo Credit: "lapolab" via Compfight cc

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En el anterior post vimos la clasificación de los ácidos grasos, expliqué la importancia de los ácidos grasos esenciales y vimos algunos de los beneficios que se les ha otorgado.

En esta segunda parte, concretaremos dónde se encuentran estos ácidos grasos esenciales en nuestro organismo y veremos qué cantidad debemos ingerir según los niveles de referencia.

¿Dónde encontramos la mayor parte de las reservas de ácidos grasos en nuestro organismo?

Tanto el DHA como el AA se acumulan casi exclusivamente en el tejido nervioso (para mantener la estructura y fluidez de las membranas celulares y favorecer los estímulos neuronales), en el tejido visual (donde intervienen en el proceso de la visión) y en los testículos (donde participan en la formación del esperma).
El cerebro es un órgano principalmente de naturaleza grasa ya que un 60% de su peso seco está compuesto por compuestos lipídicos y más de la mitad de ese porcentaje es DHA.

Competencia entre omega-3 y omega-6:

El metabolismo de los ácidos grasos esenciales es complejo y en él intervienen una serie de enzimas específicas que se encargan de alargar o modificar el número de dobles enlaces que tienen estas moléculas para formar así otras sustancias con distinta funcionalidad.
Las enzimas que alargan se llaman elongasas y las que modifican los dobles enlaces reciben el nombre de desaturasas.
Lo que ocurre es que la afinidad por las enzimas desaturasas es distinta según el ácido graso que encuentren. Tienen mayor afinidad por el ácido alfa-linolénico (omega-3) que por el ácido linoleico (omega-6). Esto significa que si el aporte del primero es mucho mayor que el del segundo, la formación de moléculas derivadas de la serie omega-3 (ácido araquidónico, eicosanoides y leucotrienos) será menor.
Si por el contrario, el aporte nutricional de ácido linoleico es menor que el de ácido alfa-linolénico (como suele ocurrir en las dietas occidentales) la formación de los derivados de la serie omega-6 (EPA, DHA, eicosanoides y leucotrienos) será menor.
La proporción de la dieta entre omega-3 y omega-6 debería ser 1:5 o 1:10.
En dietas ricas en AG omega-3 los niveles plasmáticos y tisulares de AG de esta serie serán más elevados que los de la serie omega-6.
En dietas muy pobres en omega-3, podremos encontrar un predominio significativo de ácidos grasos omega-6.
Existen mecanismos para saber si en la alimentación hay deficiencia de ácido linoleico. En este caso, el ácido graso insaturado más abundante en los tejidos (el ácido oleico) es desaturado y elongado para formar ácido eicosatrienoico o ETA (omega-9) del que en condiciones normales solo se encuentran trazas. Por lo tanto, niveles anormalmente altos indican una dieta pobre en ácidos grasos omega-6.
Por otro lado, cuando la alimentación tiene un bajo contenido de ácidos grasos omega-3, en relación con los omega-6, se produce una reducción de DHA (omega-3) junto con una acumulación compensatoria de ácido docosapentaenoico o DPA en los tejidos.
 
 
Bibliografía:
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